La terapia intravenosa es esencial en la práctica sanitaria, de hecho, más del 90% de los pacientes hospitalizados reciben algún tipo de terapia de infusión.[1]
Gran parte de estos enfermos precisa la administración de diferentes tipos de fluidos, muchas veces incluso a través de la misma línea intravenosa, es entonces cuando se utilizan dispositivos como rampas o prolongadores, que hacen que esto sea posible.
Para hablar de las primeras infusiones por vía intravenosa tenemos que remontarnos a las epidemias de cólera de 1852 y 1863. En aquella época, esta tarea se destinaba en exclusiva al médico, lo que continúo siendo así hasta aproximadamente los años 30 y 40.
Esto se alargó en algunos países incluso hasta la década de 1970, cuando aproximadamente el 30-40% de los pacientes ya recibía algún tipo de terapia intravenosa.
Primeros catéteres y tubos IV desechables
Alrededor de estos años también se introdujeron los primeros catéteres y tubos IV desechables. Esto produjo un crecimiento sin precedentes en la terapia intravenosa y la administración de medicamentos por esta vía.
Esta innovación vino acompañada de la introducción de enfermería al manejo y mantenimiento de las vías intravenosa, algo que hoy en día forma parte de su trabajo habitual.
Estos sets de administración estaban equipados con un tapón de inyección integral, cuyo uso frecuente condujo a fugas que permitieron la entrada de bacterias y pérdidas del fluido administrado.
A medida que se infundían más fármacos con pH irritante o composición química, mayor era el riesgo de flebitis. Un estudio sugirió que después de 24 h la mayoría de las venas canuladas mostraban signos de flebitis. [2]
Pero no fue hasta la aparición de las llaves de tres vías cuando se empezó a disponer de un acceso casi ilimitado al catéter para infusiones de fármacos por separado y sin pérdidas. Estos dispositivos también permitían la extracción de sangre para pruebas de diagnóstico.
Llaves de tres pasos
Desde entonces las llaves de tres pasos se han convertido en uno de los dispositivos más utilizados en la terapia intravenosa, a pesar de ello su diseño impide procedimientos de desinfección y no siempre permanecen perfectamente cerradas.
En las recomendaciones para la práctica clínica de la CDC del 2011 se recogen diversas medidas para reducir la flebitis y las consiguientes complicaciones. En el apartado de conectores sin agujas se menciona lo siguiente:
Las llaves de 3 pasos utilizadas para la inyección de medicamentos, la administración de infusiones intravenosas y la recogida de muestras de sangre representan una puerta potencial de entrada de microorganismos en los catéteres de acceso vascular y en los fluidos intravenosos.
¿Qué características debería tener el dispositivo de administración intravenosa?
Es muy importante contar con un dispositivo de fácil desinfección que permita reducir el riesgo de contaminación. Pero el dispositivo de administración intravenosa ideal también debería ofrecer al profesional las siguientes características:
- Conocer el tiempo y volumen de llegada al paciente: mínimo volumen muerto, inyección lo más cerca posible de la piel.
- Evitar la interacción entre fármacos: reducción del espacio común entre las líneas.
- Dispositivo desinfectable: una desinfección correcta reducirá la posibilidad de contaminación.
- Reducción del tiempo de enfermería: optimización del tiempo por paciente.
Desafortunadamente las llaves de tres vías no cumplen con los puntos anteriores o lo hacen forma deficiente.
¿Cuál es la alternativa?
Tanto la CDC como en el programa Flebitis Zero recomiendan el uso de sistemas cerrados sin agujas para el acceso a los catéteres intravasculares.
Las alargaderas bifurcadas o trifurcadas se consideran sistemas cerrados, lo que disminuye el riesgo de infección.
Además, al realizarse la manipulación más lejos del paciente se reduce notablemente la flebitis mecánica y es posible conocer de forma más exacta el tiempo de llegada del fluido al torrente sanguíneo.
Su diseño presenta una reducción del volumen muerto con respecto a las llaves, permitiendo al profesional conocer con más exactitud el flujo que recibirá el paciente.
Para un mayor control sobre el flujo se recomienda la utilización de válvulas de seguridad antirretorno equipadas en los dispositivos de prolongación. Esto impedirá el reflujo de medicamentos en la línea principal haciendo posible conocer el flujo específico que recibe el paciente.
Como hemos comentado, uno de los principales problemas asociados a estos dispositivos es el riesgo de infección, los prolongadores o alargaderas de varias vías permiten la desinfección, evitando de este modo la contaminación, en contraposición con las rampas donde la desinfección del dispositivo es ineficiente.
Muchos pacientes precisan de varios fármacos y fluidos administrados al mismo tiempo, de ahí la necesidad de estos dispositivos de administración intravenosa. Pero además estos tratamientos pueden presentar incompatibilidad entre ellos, por lo que a menor espacio común entre las líneas menor será también el riesgo.
Asimismo, la necesidad de las diversas manipulaciones que requieren las rampas, como gestión de los tampones, aumenta las posibilidades de desconexiones accidentales que pueden dejar el sistema abierto.
Por último, al precisar una mayor interacción con el dispositivo también se consume más tiempo de enfermería, el cual podría invertirse en otras tareas o pacientes.
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[authors users=»jperez, pimartin»]
[accordion title=’Bibliografía’]
[1] Safe Practice Guidelines for Adult IV Push Medications. Institute For Safe Medication Practices.
[2] Curran E. Needleless connectors: the vascular access catheter’s microbial gatekeeper. J Infect Prev. 2016;17(5):234-240. doi:10.1177/1757177416657164
[5] Anita C Lala, Roland S Broadbent, Natalie J Medlicott, Catherine MT Sherwin, David M Reith. Illustrative neonatal cases regarding drug delivery issues. Journal of Paediatrics and Child Health. 2015
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