En la década de 1840, el médico húngaro Ignaz Semmelweis recibió multitud de críticas por defender el lavado de manos antes de una intervención, hasta tal punto que muchos coetáneos solicitaron que no se renovara su contrato en el Hospital General de Viena.
¿QUÉ ENCONTRARÁS EN ESTE ARTÍCULO?
- ¿Cómo comenzó el descubrimiento? Matronas vs Médicos
- Partículas y gérmenes
- Primeros resultados del experimento
- Presentación de los resultados en la Sociedad médica de Viena
- Regreso a Hungría
- Un reconocimiento que llegó tarde
¿Quieres saber más sobre la historia del lavado de manos y sobre Ignaz Semmelweis? Permanece en esta página y lee la entrada completa.
Actualmente nadie pone en duda la importancia del lavado de manos, pero no siempre fue así. En la década de 1840, al médico húngaro Ignaz Semmelweis defenderlo le costó la carrera.
En los inicios del siglo XIX, no era habitual lavarse las manos, ni siquiera los instrumentos utilizados. Los hospitales estaban llenos de parásitos y desprendían un olor tan desagradable que los profesionales habitualmente tapaban sus narices con pañuelos para evitar inhalar el “tradicional hedor hospitalario”, como se le conocía en la época.
¿Cómo comenzó el descubrimiento? Matronas vs médicos
Ignaz Semmelweis trabajaba en el área de maternidad del Hospital General de Viena en Austria, uno de los más importantes de Europa.
El centro contaba con dos salas dedicadas a maternidad: una atendida por médicos y estudiantes de medicina y otra por matronas. Semmelweis se dio cuenta de que la tasa de mortalidad en mujeres atendidas por el primer grupo, médicos y estudiantes, ascendía a más del doble.
Hipótesis
Este dato alarmó a Semmelweis y quiso darle respuesta. El médico planteó una serie de hipótesis que fue descartando hasta resolver el misterio.
Estudió si la posición del cuerpo de la mujer durante el parto tenía alguna repercusión, también si el pudor por ser atendida por un facultativo del sexo opuesto podría aumentar las probabilidades de sufrir complicaciones, pero nada de esto parecía justificarlo, hasta que finalmente dio con la clave.
Encontró una diferencia entre los profesionales que atendían los partos. Los médicos y estudiantes atendían a las pacientes tras haber realizado autopsias, mientras las matronas permanecían durante toda la jornada en su sala.
En aquella época, no se usaban guantes y, como hemos comentado, el lavado de manos no era habitual. Los médicos atendían a las pacientes con las manos sucias de restos orgánicos de los cadáveres. Sin saberlo, estaban transmitiendo infecciones a las madres, lo cual les provocaba la muerte por fiebre o sepsis puerperal.
Partículas y gérmenes
La tasa de mortalidad por fiebre puerperal tenía una incidencia del 15% y, a veces, ascendía hasta el 30%.1 A mediados del siglo XIX, se pensaba que las enfermedades, incluida la fiebre puerperal, se propagaban a través de nubes de un vapor venenoso en el que estaban suspendidas partículas de materia en descomposición llamadas “miasmas”.
Semmelweis planteó la hipótesis de que los médicos y estudiantes estaban transfiriendo «partículas cadavéricas» de los cadáveres a las futuras madres y era esto lo que estaba causando la fiebre puerperal y no las “miasmas”.
En aquella época, todavía se desconocía la existencia de gérmenes y bacterias, por lo que Semmelweiss llamó a estos agentes «materia orgánica animal en descomposición«.
Los primeros resultados
Tras el descubrimiento, en 1847, Semmelweis implementó el lavado de manos obligatorio entre los estudiantes y médicos que trabajaban con él en el Hospital General de Viena.
La solución seleccionada fue cloruro cálcico, la cual era capaz de eliminar por completo el olor a descomposición que persistía en las manos de los médicos tras las autopsias.
Los resultados no tardaron en llegar. La desinfección, tanto de los profesionales como del instrumental, redujo la tasa de mortalidad del 18,3% en abril de 1847 al 2% en mayo de ese mismo año.2
Sociedad Médica de Viena
Semmelweis continuo con el experimento y los resultados cada vez resultaban más convincentes, lavarse las manos estaba salvando vidas.
La recogida de datos fue minuciosa y en la primavera de 1850 los presentó en la prestigiosa Sociedad Médica de Viena.
Su teoría chocó con las bases y conocimientos médicos de la época, siendo rechazada por sus coetáneos.
Algunos de los médicos más influyentes de Viena se burlaron de sus ideas y atribuyeron la disminución de la mortalidad a una simple ecuación estadística, llegando a presionar para que el contrato Semmelweis no fuera renovado.
Según Bernhard Küenburg, fundador y presidente de la Asociación Semmelweis de Viena, el rechazo a las ideas de Semmelweis podría venir incentivado porque:
«Los médicos no querían admitir que ellos mismos, por sus propias manos, fuesen responsables de las muertes de mujeres y niños. Eran personas que querían ayudar y salvar vidas, y aceptar eso era muy duro» 1
Poco después, su contrato en el Hospital de Viena no fue renovado. Tras su marcha, el lavado de manos dejó de realizarse y, con ello, la tasa de mortalidad volvió a subir.
Regreso a Hungría
Los años siguientes fueron difíciles para Semmelweis. Tuvo que marcharse de Viena y volver a su Hungría natal, donde trabajó en varios hospitales en los que redujo la mortalidad de las futuras madres a menos del 1%. 1
Semmelweis publicó artículos sobre el lavado de manos en 1858 y 1860 seguidos de un libro un año más tarde, el cual fue ampliamente condenado por médicos con otras teorías sobre la continua propagación de la fiebre puerperal.
La frustración de Semmelweis aumentaba y «cuanto mayor era el rechazo a sus teorías, más agresiva se volvía su forma de argumentar», relata Küenburg. 1
El enfrentamiento con sus críticos llegó a tal punto que acusó de «asesinos» a los médicos que no se lavaban las manos.
Unos años más tarde de la publicación de su libro, la salud de Semmelweis comenzó a deteriorarse, se cree que padecía sífilis o Alzheimer.
En 1865, con tan solo 47 años, fue internado en una institución mental a las afueras de Viena y dos semanas después murió, tras un intento de fuga.
Las circunstancias de su muerte no son del todo claras. Una de las hipótesis es que fue causada por una herida infectada en su mano. La otra teoría afirma que, tras su intento de fuga, fue maltratado por los guardias que lo capturaron y esto le llevó a la muerte.
«Su cuerpo fue exhumado cien años después de su muerte y se confirmó que en las extremidades superiores había numerosas fracturas. Esto probaría la tesis de que no fue una muerte natural sino causada por el uso de la fuerza».1
Küenburg
Un reconocimiento que llegó tarde
Dos años después de la muerte de Semmelweis, Joseph Lister, cirujano escoces, impulsó la propuesta del lavado de manos y los instrumentos quirúrgicos para detener las enfermedades infecciosas. Y, aunque se tuvo que enfrentar a algunos críticos, en la década de 1870 los médicos comenzaron a lavarse regularmente antes de la cirugía.
Poco después, llegaría la teoría de los gérmenes de Louis Pasteur, que marcó un antes y un después en la medicina y en la forma de investigar la causa y la propagación de las enfermedades.
Actualmente, su apellido da nombre a clínicas y universidades de Viena y Budapest y su descubrimiento es reconocido de forma universal.
Su apellido también da nombre al «reflejo de Semmelweis», una metáfora sobre el rechazo automático de ideas que contradigan normas, principios o paradigmas establecidos.
Aunque su reconocimiento llegó tarde, su perseverancia e investigación ayudó a salvar la vida de muchas mujeres con un acto tan simple como “lavarse las manos”.
Bibliografía
- Lidón, L. (2020, 25 abril). Ignác Semmelweis, el médico que descubrió que lavarse las manos salva vidas. Diario de Sevilla. https://www.diariodesevilla.es/sociedad/Semmelweis-medico-lavarse-manos-salva-vidas_0_1458754456.html
- BBC News Mundo. (2019, 22 septiembre). Ignaz Semmelweis: el doctor al que metieron al manicomio por insistir en la importancia de lavarse las manos. https://www.bbc.com/mundo/noticias-49653058
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