Mi corazón está lleno de huellas, he tenido la inmensa suerte de crecer en una familia amante de los animales. Me gusta decirle a mi madre que ella es la Brigitte Bardot gallega por la cantidad de animales que acoge en su hogar, siempre hay comida y mantas para todos los perros y gatos abandonados que se cruzan en su camino.
Yo no sería como soy si no hubiera crecido entre las patas de Sisi, las barbas de Lister y los abrazos de Keka. Mi adolescencia con Fuco y Pipo y mi juventud con Dagobert, pocos años he vivido sin un “mejor amigo” a mi lado.
Cuando fui madre supe que no podía privar a mi hija de compartir su vida con una mascota. Si soy sincera, nunca creí que fuera a tener “una pandilla”: mis 3 maravillosos perros…
El amor por una mascota es uno de los sentimientos más puros y nobles que se pueden llegar a tener. Las mascotas son seres que te regalan su amor de una manera incondicional, que viven solo el presente y esperan tu atención y tu cariño.
Una caricia, un juego o una simple mirada les vale para cubrir sus necesidades afectivas, hace poco leía que el amor que sienten por su amo es tan fuerte que su falta les puede llegar a causar la muerte por tristeza.
Hace unas semanas operaron a mi Pepa; ese día sentí en su mirada que ella sabía que esa mañana no era
como las demás, no había comida ni bebida, mucho preparativo, besos de toda la familia. Se olía en el ambiente algo de miedo y más despedida que de costumbre.
Nos fuimos tranquilas, aunque en el coche ella lloraba y al entrar en la clínica surgieron los temblores incontrolados. ¿Qué pasará por esa cabecita? me preguntaba yo. ¿Estaría entendiendo que algo le iban a hacer? Estoy segura de que ella sintió que ese día no fue un día normal.
Los veterinarios entendieron su estrés y el mío. Me permitieron estar presente durante la sedación; con mis caricias y mis besos ella estaría mejor.
Hasta que se quedó dormida tuve tiempo de charlar, de recibir información detallada de cómo se iba a realizar la operación. No tuvimos prisa, ella no sintió el frío abandono y yo tuve el tiempo necesario para esperar el resultado de la operación.
Me viene a la memoria un famoso eslogan de venta de un vehículo de los años 90 “¿y si el verdadero lujo fuese el espacio?”, para mí es “¿y si el verdadero lujo fuese el tiempo?”. Nos encontramos en ese momento de la vida en el que no tenemos tiempo para hacer deporte, para disfrutar con los amigos, para reírnos con los hijos, para disfrutar de la pareja, siempre corriendo como pollos descabezados. Ese día tuve tiempo, tiempo de calidad, tiempo de ver en los ojos de mi perra lo mucho que me quiere, lo mucho que me necesita y tuve tiempo de sentir miedo por perderla.
Con estas líneas quiero agradecer la sensibilidad que mi empresa ha demostrado equiparando las licencias por cuidado de hijos y mayores a las licencias por cuidado de mascotas. Esa mañana de tiempo de calidad para mí no tuvo precio.
El año pasado mi compañera Irene, también “madre” de tres hijos peludos, pudo acompañar a uno de ellos durante una intervención quirúrgica. Para ella, igual que para mí, sus peludos son parte fundamental de su vida y recuerdo la gratitud que ella expresó escribiendo una nota al equipo de dirección.
Hoy en día vez más empresas entienden que las mascotas se han convertido en un miembro más de la familia de sus trabajadores y que estos necesitan de permisos laborales para acudir al veterinario o para permanecer en casa cuando su mascota se encuentra enferma o acaba de ser adoptada.
En España cada vez son más las empresas “petfriendly” que admiten animales de compañía en sus instalaciones, pero por el momento los permisos laborales para cuidar mascotas enfermas o recién adoptadas o simplemente para acudir al veterinario es una cuestión que todavía no se ha abordado.
Por el contrario, en muchos países los permisos parentales caninos son una realidad aceptada por un gran número de empresas, que ven en ello un beneficio para la productividad y no un coste, dado que cada vez son más los trabajadores jóvenes que incorporan a sus vidas animales de compañía, principalmente entre los llamados millennials.
Para los responsables encargados de gestionar los Recursos Humanos, las mascotas comienzan a ser entendidas como un miembro más de la familia de sus trabajadores y por lo tanto no tiene que existir ningún tipo de discriminación en el trato hacia humanos y animales.
En Estados Unidos dos buenos ejemplos de esta nueva filosofía petfriendly están protagonizados por las emergentes startups, que en muchos casos ya están ofreciendo a los trabajadores con mascotas permisos pagados de hasta dos semanas; y por Loftey, uno de los grandes iconos norteamericanos del alquiler. Esta compañía dispone de permisos laborales por horas para acudir al veterinario o de dos días de duración por enfermedad o muerte de la mascota.
Más cerca de nosotros, en el Reino Unido, se calcula que al menos el 5% de los trabajadores ya ha disfrutado de algún permiso parental canino y empresas como Mars, líder en el mercado de los productos derivados del cacao, ofrece diez horas a los trabajadores que adoptan mascotas; sin olvidarnos de BrewDog, la cervecera dogfriendly que permite que las mascotas puedan entrar en sus establecimientos y que además cuenta con permisos para el personal laboral adoptante.
Reitero mi gratitud a Vygon España por su sensibilidad y valentía, e invito a la reflexión a todos los responsables de RRHH y de EFR a incluir entre sus catálogos de medidas de RRHH y EFR una medida que reconozca a las mascotas como miembros de la unidad familiar con todos derechos.
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