La monitorización hemodinámica es imprescindible en gran multitud de patologías, reduce la morbilidad y mortalidad, no obstante, también tiene asociados ciertos riesgos.
La monitorización hemodinámica avanzada consiste principalmente en medir el gasto cardíaco, predecir la respuesta a los fluidos, calcular el aporte de oxígeno sistémico en relación con la demanda de oxígeno y cuantificar el edema pulmonar.1
A pesar de ello, las tecnologías de monitorización hemodinámica parecen pensadas únicamente para pacientes adultos.
De forma general, los monitores menos invasivos ofrecen poca precisión, por su parte los sistemas más invasivos como la cateterización de la arteria pulmonar (CAP), un “gold standard” capaz de ofrecer la información hemodinámica del paciente con una alta precisión, parecen solamente pensados para el paciente adulto, ya que su alta invasividad hace que no sea apto para la mayoría de los pacientes pediátricos.2
Por otro lado, métodos como la termodilución, precisan de catéteres de 3 Fr. y 7 cm, lo cual, al igual que con la cateterización de la arteria pulmonar, puede resultar demasiado invasivo para pacientes pediátricos.3